Moverse sin modelo. El arte de la danza dialoga con la creatividad social

El miércoles 12 de diciembre de 2012 nos encontramos a las 10 de la mañana en el bar San Millán de la C/ Toledo. Entre cafés y abrazos una veintena de personas se reencuentra. La mayoría se conoce previamente de bailar y crear: son participantes en el 26º Certamen Coreográfico de Madrid que da inicio con este Login_presencial.

El arte de la danza dialoga con la creatividad social

Paso a 2 Plataforma Coreográfica Asociación Cultural es la asociación que organiza el Certamen Coreográfico. Su proyecto está enfocado desde una perspectiva global teniendo en cuenta formación, reflexión, comunicación, programación y difusión. Laura Kumin, su directora se puso en noviembre en contacto con Login_Madrid para pedirnos la organización de un taller en el que los y las creadores participantes pudieran entrar en diálogo con experiencias y profesiones que se reinventan.

Calentando en el taller de aikido

Sobre cómo aprender a caer

Nuestra visita empieza en el Taio Doyo, un centro de artes marciales y marcianas que se enmarca en un tipo de arte que obra sin producción de objetos, sin representación, sin artista, sin espectador. Después de un ligero calentamiento, José Ángel Olalla nos enseña de manera práctica técnicas para caer sin hacernos daño.

En aikido se realizan repeticiones constantes en las que se perfeccionan dos manifestaciones, uke y tori (quien cae y quien hace caer) cambiando constantemente. Cada persona practica ambas en una rotación continua. El aikido es un arte de la pura práctica, donde incluso se puede renunciar al combate. Pretende ser un arte universal para ayudar a la paz .

Sobre el arte sin intención de arte

En círculo y con un té calentito entre las manos, José nos explicó la historia del proyecto. Taio Doyo es un espacio artístico donde fugarse de la producción de objetos. Apuesta por establecer relaciones que se salten las figuras de artista, espectador, instituciones y que sean útiles y en permanente construcción, buscando la sostenibilidad económica, nuevas alianzas con el vecindario y el barrio y abiertos a nuevas propuestas y actividades.

Sobre los espacios ¿públicos?

Tras haber pensado con los cuerpos con el taller de aikido y con las mentes en conversación, nos dirigimos al Campo de la Cebada, espacio situado muy cerca, esta vez al aire libre. Al llegar dimos una vuelta para situarnos y un rato después, de la mano de Basurama, recorrimos la trayectoria del solar, un espacio polivalente que utilizan múltiples personas y colectivos para realizar actividades culturales.

¿Qué es campo de la Cebada? Un espacio que estaba en desuso hasta la programación de actividades para la Noche en blanco del 2010. Basurama, que comisaria el evento, organiza actividades que van más allá de esa noche. Durante un mes se celebran diferentes actividades, se visibiliza un conflicto ya que hay escasez de espacios abiertos en el barrio y por otro lado hay que consensuar los criterios para decidir qué tipo de acciones y para quién está disponible Campo de la Cebada. En la actualidad en la gestión y cuidado del lugar están involucradas asociaciones vecinales, grupos de madres y padres, jóvenes deportistas, el ayuntamiento, el grupo de huertos y muchas personas a título individual. Todos los lunes se reúnen en asambleas abiertas a la que cualquiera puede ir.

Sobre la profesionalización

Rubén y Alberto nos llevan de viaje por el recorrido de Basurama. Desde sus inicios en la Escuela de Arquitectura en la que un grupo de amigos decide organizarse para hacer las cosas que les gustan con las personas o los grupos que les interesan hasta la profesionalización que conlleva la elaboración de presupuestos y por tanto la necesidad de dar valor económico a aquello que haces. En sus once años de andadura siempre han puesto la basura en el centro, como objeto con el que producir y como concepto que repensar.

Con la ciudad de Sintel y la película El efecto Iguazú como punto de inflexión en sus carreras y las abuelas que reutilizaban tetrabriks como tupperwares como heroínas máximas, en Basurama se articulan los deseos individuales con maneras de hacer, siempre junto a otras. La sostenibilidad es un lugar incierto al que se pretende llegar sin que haya mapas. Hay maneras de hacer en las que no se diferencia el trabajo para aprender o aquel que se hace para vivir, para pagar facturas, para pasarlo bien, para encontrarse. Es una manera de hacer.

Sobre qué hace que un espacio sea bailable

Y el Campo de la Cebada se mezcla con posibles lugares que crecen hasta escenarios en los que se baila y se ensaya, nos enredamos en la necesidad de cuidar el cuerpo, herramienta de trabajo, y la técnica como alianza o como escudo que te permite o no convertir cualquier espacio en bailable. Y el recorrido de Basurama saca a bailar trayectorias de danzantes que tuvieron que aprender de gestión cultural y giran las vocaciones retando a los trabajos mientras las dependencias del dinero se alejan… y se alzan preguntas que quedan flotando ¿Cómo devolver a las calles la danza? ¿Estamos pensando en dejar de hacer aquello que nos llena? ¿Qué necesita un espacio para ser bailable? ¿Cómo extender el conocimiento de los cuerpos que saben?

Sobre lo nuevo y lo viejo

Con las preguntas en movimiento nos dirigimos, bajando por la calle Embajadores hasta el número, el Mercado de San Fernando. Ana de La Casquería, la tienda de libros al peso, nos había acompañado toda la mañana y nos hizo de anfitriona. El mercado de San Fernando es un mercado de abastos con la peculiaridad de que alrededor de la mitad de sus puestos son de reciente apertura y muchos de ellos, además, de productos poco convencionales en otros mercados de este tipo: jabones de aceite reciclado, pulseras realizadas con cubertería, productos de comercio justo, carne, verdura y fruta ecológica, comida para llevar vegetariana o no, cervezas artesanales, libros usados al peso o un servicio de apoyo a la gente que usa software libre.

Sobre la reutilización y las nueva vidas

El puesto de libros no surge en lo que en principio parecería ser su espacio natural. Las personas que lo montaron tuvieron la idea hace ya tiempo. Fue tras unas jornadas en Tabacalera, organizadas por la plataforma en defensa de los mercados de abastos, cuando surge la oportunidad de alquilar uno de los puestos. Estar en el mercado tiene consecuencias. Hay menos riesgo económico ya que los precios del alquiler son menores que los de un local en la calle, pero no estar en un lugar visible obliga a buscar la clientela por otros medios.

La Casquería se inaugura el 14 de abril del 2012 tras la realización de unas importantes obras que llevó a cabo el grupo promotor, como en la mayoría de los nuevos puestos, en los que la renovación ha sido realizada bajo la tutela del “Do it your self”.

La Casquería es el proyecto de seis personas que, al margen de su formación académica, deciden emprender. En las circunstancias en las que se ha dado el proyecto es grato, es posible y se está logrando cierta sostenibilidad.  Además, el hacerlo por ti misma lo hace menos precario, ya que además del aspecto económico puedes poner en juego otros valores: elegir con quién, cómo y para qué trabajas…

En los ocho meses que lleva este proyecto abierto han surgido multitud de alianzas insólitas que previamente no estaban pensadas. Por ejemplo, la Casquería ha comenzado a ser un recurso importante para personas que están de mudanza o que no tienen sitio para guardar todos sus libros pero no desean tirarlos.

Sobre la coimplicación en un espacio común

Los puestos tradicionales en el mercado no tienen continuidad. Una de las cuestiones más duras es madrugar muchísimo para ir a Mercamadrid a por los productos. Las nuevas hornadas han reinventado los productos que venden, minimizando la dureza de los madrugones, por ejemplo.

No todo es distinto. El frío y el calor se comparten y la dificultad de sacar adelante proyectos económicos propios también. Ser dueña de tu proyecto te permite tener capacidad de decisión, también en el mercado como tal ya que los puestos de alquiler pertenecen a la asociación de comerciantes con derecho a voto.

El actual es un momento de transición en el que las formas previas, la cultura de mercado y las traídas por las nuevos perfiles se están conociendo, reconociendo y adaptando a las peculiaridades y necesidades de este espacio. A la hora de programar por ejemplo actividades culturales es necesario pensar qué relación tienen con el espacio que las va a acoger y sobre todo cómo repercutir de manera positiva a la actividad que sostiene el mercado, que es la comercial.

Este es un tiempo de escuchar, olisquear, probar con cariño y con cuidado.

La hora de comer en medio de un mercado despierta el hambre. En un puesto de comida preparada nos dieron de comer unos sabrosos platos. De postre, fruta ecológica y las conversaciones derivaron hacia nuevos temas o se centraron en lo inacabado de la mañana. Llegaba la hora de la siesta, de retomar los ensayos, de necesidad de cafeína en la sangre y antes de marcharnos hacemos una rueda donde twittear impresiones con palabras o con el cuerpo.