El sábado 21 de mayo organizamos el tercer Login_ del proyecto Login_MicroEmprendimiento_entre_mujeres para investigar las especificidades del microemprendimiento social urbano practicado entre mujeres de la ciudad de Madrid. En esta tercera sesión nos hacemos algunas preguntas sobre qué tipo de creatividad destilan y cómo se transfiere el conocimiento en estos proyectos.
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La Liminal, el nacimiento de un emprendimiento
Después de comer vamos a Intermediae, en Matadero. Matadero es un espacio enorme, con edificios de ladrillo, al que accedemos desde el parque de Madrid Río. El calor de una primavera tardía ha llegado de repente y nos ha jugado una mala pasada. Llegamos a la oficina de Intermediae soñando con la sombra y el agua fresca.
Intermediae es un espacio de producción de proyectos artísticos basado en la experimentación y el aprendizaje compartidos que se pregunta si es posible fortalecer la producción cultural de una ciudad a la vez que se dialoga con el contexto internacional y se mantiene una vocación de proximidad con un público más amplio. Su equipo, ha diseñado y conseguido que se lleve a cabo la convocatoria Una Ciudad Muchos Mundos. Este Login_ que te estamos relatando forma parte de uno de los proyectos de investigación seleccionados.
Esta visita es un pequeño gesto de reconocimiento al equipo y al lugar en el que se gestó la convocatoria. Además, Intermediae es un buen lugar para conocer La Liminal, un proyecto muy joven de dos mediadoras culturales. Yolanda y Beatriz se conocieron trabajando de mediadoras culturales en el Centro Nacional de Arte Museo Reina Sofía. Ambas son mediadoras culturales en museos y
centros de arte. Les interesa trabajar con la ciudad, la mediación expandida y la mirada de género: y, para ello, crean La Liminal, una asociación sin ánimo de lucro.
Explorando los bordes
Liminal es un concepto de antropología que nombra el umbral, la zona desdibujada que hay justo antes de la transformación, entre lo que había y lo que habrá y esta es la zona en la que les interesa trabajar. A Bea y a Yolanda les gusta hablar de “liminalizar” la ciudad: poner en cuestión lo hegemónico y proponer otros significados, visibilizar los discursos que tiene la ciudad, evidenciar lo que está naturalizado, supuestamente neutro y también las historias ocultas, las que son sepultadas, a la vez que se genera una reflexión colectiva. Mientras “daban vueltas” a cómo crear una estructura para trabajar estos temas de manera sostenible, en noviembre del 2015 se abrió la convocatoria de Se Alquila, un festival de arte contemporáneo que cada año se celebra en un espacio abandonado o infra-utilizado de la ciudad, permitiendo a jóvenes artistas mostrar su obra. Ese otoño, el festival Se Alquila, se celebraba en el barrio madrileño de Pacífico y abría un marco de reflexión sobre lo
público. La Liminal presentó una actividad educativa, un recorrido por los monumentos y los espacios cotidianos del barrio en busca de la memoria de las mujeres y a partir de
este momento la actividad de la asociación ha sido intensa.
A la actividad que organizaron para pasear por el barrio de Pacífico, le siguió un recorrido por la exposición de Constant en el Reina Sofía y de ahí han pasado a redescubrir la historia de las cigarreras en el barrio de Lavapiés. La Liminal trabaja convirtiendo los recorridos que organizan en espacios de investigación colectivos. Indagan en las temáticas y los barrios que exploran, trabajo de ratón de
biblioteca que busca y rebusca todo aquello generado y lo ponen en movimiento, ofreciendo recorridos para pequeños grupos. En el paseo, el conocimiento se colectiviza y se pone en movimiento posibilitando una investigación orgánica, viva, que se transforma mientras sucede con lo que está pasando y con las aportaciones del grupo que cada vez la conforma.
El hecho que Bea y Yolanda sean mediadoras culturales atraviesa por completo el planteamiento de sus actividades: No se trata sólo de elaborar rutas en las que ellas compartan sus conocimientos sino de romper las jerarquías, romper la barrera experta/guía – visitante y construir sobre la marcha un relato mientras se camina.
Su idea es plasmar cada recorrido en un objeto en el que incluir el conocimiento previo y los descubrimientos que se dan durante y después: Hacer tangibles las rutas permite mostrar los hallazgos de la investigación, acoger las aportaciones de la colaboración, valorando los saberes que se han activado en cada paseo. La construcción de este producto, en el caso de la ruta de las cigarreras por Lavapiés, ha sido, por ejemplo, un fanzine.
Precios asequibles para cualquiera es una de las máximas de La Liminal y la sostenibilidad del proyecto y cobrar dignamente por su trabajo de investigación y facilitación, también. La cuestión económica dentro del ámbito de la cultura y la necesidad de salir de la precariedad como trabajadoras de este campo es crucial para Bea y Yolanda. El precio de cada ruta es un intento de obtener la media entre el trabajo que implica diseñar y hacer la ruta y que sea un precio asequible para las personas para las que está pensado el recorrido. Sus criterios son: estar ambas en el recorrido siempre que sea posible, mantener grupos pequeños de entre 15 o 16 personas y pensar recorridos de alrededor de 2 horas. Están cobrando 10€ por persona incluyendo el “objeto resultado”.
¿Es La Liminal un emprendimiento?
En la actualidad, tanto Yolanda como Bea, compaginan La Liminal con otros trabajos. Casi siempre son pequeños y no muy bien pagados por lo que hay que decir que sí a muchas cosas para conseguir tener renta de manera un poco más estable, razón por la cual exploran maneras que les permitan estabilizar la entrada de ingresos a través de las actividades de la asociación. La Liminal además, tienen componente de activismo muy importante. Surge de una voluntad muy fuerte de reivindicar los relatos que se pierden por no ser hegemónicos, la historia oral que no reflejan los libros ni los monumentos, la realidad cotidiana que sostiene las vidas y sin embargo no existe. A la vez, pretende ser una alternativa laboral, deseando encontrar un equilibrio entre el tiempo que dedican a la actividad y la renta que puedan lograr.
El proyecto tiene las dos dimensiones, por un lado la activista que reivindica otra historia y otra ciudad e intenta contribuir a generar nuevos y diversos usos y por otro lado, la posibilidad de cobrar por un trabajo bien realizado. Plantean que a menudo en el mundo de la cultura parece una contradicción cobrar cuando lo que haces te apasiona. Ellas reivindican un salario digno por una actividad que les encanta, que realizan con pasión y profesionalidad.
Algunas de las intervenciones del grupo plantean la necesidad de visibilizarse como agente económico incorporando el placer al trabajo y reivindicando estas temáticas y metodologías. La ideología y la pasión no quitan valor al trabajo, al contrario.
¿Puede una mirada transformar la ciudad?
Yolanda y Beatriz están atentas a cómo su actividad se relaciona con la ciudad. ¿Está La Liminal gentrificando la ciudad? ¿Qué implicaciones tiene que grupos de personas «turisteen» los fines de semana los barrios que recorren? ¿Mostrar lo oculto y valioso puede tener como consecuencia la explotación y pérdida de identidad o autenticidad de los espacios visitados? Un pequeño grupo que se reúne para charlar en la calle es algo que, de alguna manera, transforma la ciudad. “Durante el recorrido pasan muchas cosas, -nos cuenta Yolanda-, investigamos en marcha, estamos apropiándonos de la ciudad, siendo conscientes de que la ciudad no está hecha para mirar, para pasear, para los grupos, percibes la necesidad de guarecerte porque los espacios son duros, de paso, te expulsan”.
Bea y Yolanda nos dicen que este es un tema sobre el que mantienen una vigilancia permanente. No quieren contribuir al predominio del uso turístico de la ciudad sino utilizar una herramienta del turismo para generar dinámicas contrarias a las del turismo. Las vecinas se acercan y comentan su vivencia sobre los elementos que están observando y las personas que participan en la ruta, aportan durante, y una vez se ha concluido el recorrido con sus reflexiones, documentación o imágenes. La experiencia de la ruta actúa como un disparador, ofreciendo nuevos puntos de anclaje a lo que ya conocías y transformando lo que conocerás a partir de la vivencia.
La ciudad está llena de gente y de espacios de paso. Los recorridos que organizan muestran la dificultad de pasear en grupo, de pararse en una plaza a observar y charlar, las consecuencias de las aceras estrechas, la dificultad de encontrar un espacio para sentarse sin el que sea necesario consumir. La vivencia “lenta”, como paseante sin prisa de la ciudad, hace evidente la necesidad de algunos cambios que conviertan lo urbano en más habitable. Introducir, junto a los contenidos de corte historiográfico, temas transversales como la vida cotidiana, los cambios en los usos de los espacios urbanos, las emociones o la observación atenta del espacio y de quién lo habita, suscita usos y vivencias de la ciudad más inclusivos, contrarios a lo que pretende la gentrificación.
Investigar desde otro enfoque
La Liminal plantea que lo que hacen es investigación “en marcha, orgánica, colectiva”. Se identifican con la metodología de los Login_, que tampoco pretende ser absoluta. Beatriz y Yolanda, quieren transformar el concepto de investigación. “Investigadora es quien investiga” nos dicen. Abogan por salirse del método, del marco cerrado que se corresponde con la métrica académica y defienden la investigación como exploración, abogando por la parcialidad para alcanzar matices y realidades no absolutas.
Partiendo de una crítica a lo académico, que sólo permite la investigación “cuadriculada”, y a la institución cultural, que pretende mostrar la multiculturalidad, y, en realidad, muestra lo hegemónico, sus actividades combinan la historia de los lugares que pasean atravesada por la cotidianidad, las emociones y la observación del espacio, e invitan a jugar con la mirada para descubrir qué hay, qué no hay y reflexionar sobre por qué es de esa manera.
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