Login_Conocimiento y creatividad. Idear sin saber qué sabes 2/5

El sábado 21 de mayo organizamos el tercer Login_ del proyecto Login_MicroEmprendimiento_entre_mujeres para investigar las especificidades del microemprendimiento social urbano practicado entre mujeres de la ciudad de Madrid. En esta tercera sesión nos hacemos algunas preguntas sobre qué tipo de creatividad destilan y cómo se transfiere el conocimiento en estos proyectos.

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Omnívoros. Un espacio para la creación de gestión colectiva

Atravesando el patio entramos en Omnívoros . El espacio está dividido en varias salas y al fondo hay un taller amplio de techos altos, con multitud de herramientas y varias zonas de trabajo. Huele a madera, cola, barniz. Es agradable y espacioso. Allí nos recibe Maite, una de las promotoras del proyecto.

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Maite se presenta con unas pinceladas de su currículum: es licenciada en Bellas Artes, artista y comisaria y gestora cultural para proyectos propios y ajenos. Nos habla de su trabajo en el Espacio Menosuno desde 2005, un espacio colectivo situado en el barrio de Malasaña y la dirección de IN-SONORA, un festival, que sirve como plataforma de apoyo y difusión al arte sonoro e interactivo emergente.

El proyecto Omnívoros se define en su propia web como un taller de producción artística de alto rendimiento que se ubica en un espacio de trabajo cooperativo gestionado asociativamente.
Maite nos explica que Omnívoros nace del interés propio y de las otras dos personas promotoras, de trabajar en colectivo, de abrir espacios de experimentación y producción artística para gente joven. Por eso, ofrece diversas tarifas y formatos para asociarse que se adaptan a las necesidades, tiempos y presupuesto de artistas y creadores/as.

Las personas que pasan por Omnívoros lo hacen dependiendo del uso concreto que necesitan para el trabajo que van a desarrollar: por ejemplo, hay artistas que tienen estudio propio pero eventualmente necesitan un espacio más grande, donde quepa maquinaria de mayor tamaño. Otras personas usan el espacio como lugar de trabajo estable. A cambio del uso del espacio y de las herramientas, se aporta una cantidad de dinero que se re-invierte en materiales y en mejoras de las condiciones del local de trabajo. De esa forma, el proyecto se renueva y se adapta a las necesidades de quién lo habita y la cuota se adecua al uso.

Han detectado que quienes más se interesan por usar el espacio son quienes se dedican al diseño o la arquitectura. Esto les ha sorprendido porque creían que serían los y las artistas plásticas, quienes tendrían más necesidad de un espacio de estas características. Sin embargo, aspiran a que las personas que usan el taller y la oficina, se involucren en la gestión de la asociación y formen parte activa de ella.

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¿Coworking?, ¿emprendimiento?, ¿comunidad? ¿Qué necesita la creatividad?

Pretenden huir de la precariedad y tender a un desarrollo profesional. Observando el espacio nos preguntamos, ¿es Omnívoros un emprendimiento? Maite no lo como un proyecto empresarial porque no produce salarios. Nadie obtiene renta de la gestión del espacio. La idea es que el propio espacio sea sostenible a través del pago de las/os socias/os más estables, que se han implicado en el corazón del proyecto, y los ingresos de las/os socias/os itinerantes se dedican a ampliar herramientas y mejoras. Por eso, tampoco entienden Omnívoros como una espacio de coworking porque ello equivaldría a una estructura donde cada cual tiene una mesa de trabajo o un estudio individualizado sin interés por lo que ocurre alrededor.

Conoce artistas que trabajan de manera aislada aunque su creatividad se “alimenta” relacionándose en espacios de socialización tales como bares o fiestas. Ella y sus socios, apuestan por alimentar su creación a través del espacio de trabajo. Su idea de Omnívoros se acerca a la de una comunidad que se crea por interés mutuo en lo que realiza la persona que se tiene cerca, en el entendimiento de las otras propuestas artísticas. Maite nos cuenta que “se caen bien”. No entra cualquier proyecto: para ella es difícil imaginar la posibilidad de compartir el espacio con personas que se dedican a la pintura de paisajes, por ejemplo. Cree que, aunque las prácticas sean diversas, deben de “poder hablarse”, entenderse.

Están convencidas/os de que estar cerca de otras personas favorece la creatividad. Han constatado que el taller grande y el despliegue de herramientas tiene un efecto multiplicador, haciendo que haya artistas que recuperen técnicas abandonadas desde la facultad o la escuela de artes porque llevarlas a cabo en tu casa o en pequeños estudios resulta demasiado caro o complejo. De esta forma, Maite afirma, los medios disponibles condicionan lo que puedes crear. Para Maite, la creatividad está totalmente vinculada a la acción, al hacer. Ya no se dedica a presentarse a concursos o becas. Lamenta que muchas ideas artísticas se “esfuman” porque se carece de medios para materializarlas, lo que genera en algunos artistas una insatisfacción que apaga la energía creativa. Su apuesta es “salir del mundo de las ideas” y lanzarse a la producción, a la materialización de esas ideas.

¿Crear y/o gestionar?

 

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Cuando se pregunta a Maite por su propia producción como artista explica que su interés se dirige al mundo de la instalación y de lo audiovisual y su apuesta es “crear con otras personas y con lo que hay”. Sus últimos trabajos han sido así, en colaboración con otras personas y utilizando los materiales que se encontraban en el mismo espacio. También dedica mucho tiempo a tareas como gestora cultural, sobre todo en la organización del Festival In Sonora. Entre las causas por las que dedica menos tiempo a su propia creación señala el tiempo que dedica a otros trabajos, a la crianza, a la gestión cultural y señala que las tareas que desarrolla con el ordenador condicionan la aptitud mental para producir en el ámbito de lo manual. Surge un pequeño debate sobre los límites del trabajo a través del ordenador: en general se ve que estamos ante un momento donde hay un déficit de trabajo físico, de uso de las manos que va en detrimento del desarrollo creativo. ¿Por qué la tecnología “devora” el tiempo para crear?, se pregunta una de las asistentes.

Maite apunta a un doble plano en lo que respecta al uso de las tecnologías. Por un lado, cuando comenta que el uso del ordenador marca el tipo de apuesta artística, se refiere a que favorece el desarrollo de propuestas conceptuales, basadas en las ideas, frente a propuestas tangibles.  Lo que Maite sugiere es que el uso mismo del ordenador dispone la actitud mental que favorece ese tipo de propuestas, mientras que ella prefiere propuestas más vinculadas a la producción “con las manos”, basadas en la fisicidad del objeto creado. Por otro lado, habla de la cantidad de tiempo que se dedica a tareas que se realizan con el ordenador: recibir y contestar correos electrónicos, por ejemplo, tareas de gestión que restan tiempo a la producción creativa. Maite nos habla de la enorme satisfacción que supone la gestión del Festival In Sonora pero señala la carga de trabajo que implica.

Una participante señala que hay propuestas feministas que indican que la creación ha de tender al equilibrio entre manos, cerebro y corazón y se plantea una pregunta: ¿hay una tendencia entre las mujeres a dedicarse más a la gestión y a la mediación cultural que a la producción? Nuestra anfitriona responde intuitivamente de forma afirmativa y surge un debate en torno a las causas de que sea así. Nos hacemos la misma pregunta y tratamos de entender qué sucede con las mujeres que han habitado Omnívoros y por qué no se han incorporado al equipo de personas socias fijas. No tenemos muchas respuestas, con los interrogantes rebotando por el taller recogemos las sillas y avanzamos hasta el siguiente punto del recorrido, otra parada en la realidad compleja.

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